Curso de Latín en Vídeo


Soy un docente de lengua en Secundaria en un pueblo llamado Yolombó, cerca de Medellín, apasionado por la lengua de Cicerón y Julio César desde que tenía dieciocho años; actualmente, tengo treinta y nueve. Del año 2001 al 2002, estuve tratando de aprender latín de manera autodidacta con libros tradicionales tan densos como estériles. Recuerdo especialmente tres: La Gramática de la lengua latina, del español E. Valentí Fiol; la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano de los colombianos Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo; y la Gramática de la lengua latina del erudito venezolano Andrés Bello. Tal vez por no haber tenido la sana orientación de un experto, incurrí en el error de abocarme a un estudio vano y sin sentido, pues durante el poco tiempo que estuve entregado a esas tres gramáticas -un año, más o menos-, no pasé de las cinco declinaciones con sus muchísimas excepciones y de las cuatro conjugaciones activas y de la primera pasiva. Me las aprendí de memoria completamente y eso me agotó bastante. ¿Cuál fue el resultado? ¡Nada de nada y un hastío irremediable!

Un año después, ingresé a la universidad a estudiar literatura. En este pregrado había un curso obligatorio de latín. Un hombre adulto y bonachón de unos setenta años era el magister. Reconozco que era un gran profesor y muy interesado en que aprendiéramos un poquito de latín, aunque no aprendí nada nuevo de lo que ya sabía. El curso lo aprobé con la máxima nota. Pero los que somos profesores sabemos que una nota no significa que el alumno haya aprendido de verdad. Ese fue mi caso. Reafirmé el conocimiento que ya tenía de declinaciones y conjugaciones; hasta ahí. Decidí no continuar con un estudio en el que no avanzaba nada. Una lástima, pero era lo mejor. 

Como ignoraba que existieran otras formas de aprendizaje del latín y como no tenía un centavo en los bolsillos, nunca se me ocurrió buscar ni mucho menos comprar algún método novedoso de latín. Pero como la vida siempre da revanchas, diecisiete años después, encontré por azar un Curso de Latín en video para hispanohablantes, orientado por un tal Carlos M. Aguirre. 

Empecé a leer de qué se trataba y vi que la cosa era promisoria. Le escribí a este hombre y él me dijo que me iba a dar acceso a tres clases gratuitas para que yo viera si era lo que estaba buscando. Me bastó con observar la primera para convencerme de que el curso valía la pena. Esto fue en septiembre de 2019. Confieso que estuve más de catorce años sin estudiar ninguna temática de latín, lo cual quiere decir que llegué al curso sin más rudimentos que los que había aprendido por mi propia cuenta y eso que ya los tenía bastante oxidados. 

Con ayuda de las clases en vídeo del profesor Aguirre en marzo de 2021 finalicé con total éxito el estudio del primer volumen intitulado Familia Romana de Hans H. Ørberg con todos sus ejercicios y del libro de lecturas complementarias Fabulae Syrae -para los que el profesor Aguirre ha preparado más de 1500 ejercicios interactivos de gran utilidad.-

El método es conocido por todos ustedes: Lingua Latina Per Se Illustrata. Sin embargo, de nada sirve el mejor método del mundo para aprender latín si no hay quien pueda conducirlo con propiedad y si no hay discípulos que estén dispuestos a sacrificarse para asimilarlo. 

Antes de contar cómo es mi forma de proceder con el método, quiero decirles en qué nivel de latín creo que me encuentro. En este momento, y con un buen diccionario de latín a la mano, puedo leer sin mayores complicaciones La Vulgata de San Jerónimo. Igualmente, quiero dejar muy claro que mi coeficiente intelectual es tan normal como el de la mayoría de mis semejantes y que mi supuesto talento para haber avanzado tanto en tan poco tiempo no obedece más que a mi tenaz disciplina y a las virtudes de un método tan magnífico y atractivo como el del viejo maestro Ørberg. 

Mi modus operandi con el método es el siguiente: Antes de ver una clase en video, leo una y otra vez el capítulo correspondiente, con el objetivo de llegar muy preparado a las clases. Ya estando en estas, pauso constantemente los videos hasta convencerme de haber asimilado a la perfección las distintas lecciones de que constan los capítulos y que con mucho acierto van llevando a cabo el profesor y su brillante discípula Mabel. El papel de esta ejemplar mujer es fundamental en el curso pues es ella una muestra viva de que con un proceso serio y a largo plazo se pueden conseguir maravillosos resultados. 

Después de acabadas las clases, realizo muchas veces todos los ejercicios propuestos, tanto los virtuales como los impresos, y releo muchas veces los capítulos ya vistos en clases anteriores. Cuando hay una cuestión que mi mente no alcanza a asimilar o a comprender bien, escribo al maestro Carlos para que disipe mis dudas, inquietudes que jamás se han quedado sin satisfacer, pese a que, la mayoría de las veces, son complejas. A la par de los libros propuestos por el profesor Aguirre, también trato de leer otros textos escritos en un latín intermedio para asimilar los contenidos que él va enseñando, como la interesante novela que me recomendó: Ad Alpes.

Además, es importante señalar que mi gramática de cabecera es en este momento uno de los libros del método llamado Morfología latina y vocabulario, reelaborado por Emilio Canales y Antonio G. Amador, breviario exquisito que contiene los grandes temas de la morfología latina. Sin exagerar, dedico de cinco a seis horas diarias al estudio del latín, pues, como en más de una clase lo ha afirmado el profesor: “el método es maravilloso, pero no es milagroso”, requiere muchísimo trabajo, una gran voluntad y no cejar nunca, aunque tengamos mil y un óbices durante el proceso de aprendizaje.

Sea esta una ocasión más para agradecer a mi maestro y amigo, el poeta y docente Carlos Martínez Aguirre; a Mabel Sharpe, la excelente estudiante argentina que, clase tras clase, da lo mejor de sí misma para que quienes seguimos el curso en video podamos seguir sus pasos y comprender tan bien la lengua latina como lo hace ella. Al profesor, al método que utiliza y, por supuesto, a nuestra querida Mabel debo todo lo que sé de latín hasta ahora, saber que, en muy poco tiempo, no lo dudo, me servirá para leer a los grandes clásicos de la literatura latina, Deo volente.”

Esteban Alberto Aristizábal Agudelo, Colombia

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